Sucesor de un maestro fallero que hizo escuela en la fiesta, en 1993 Manuel Martín se incorporó en el taller en el que creció y donde ha realizado trabajos que abarcan los más diversos sectores de las artes plásticas.
vivelasfallas.es 10/03/2016
Las fallas son el origen de este profesional ya que su padre con tan sólo 12 años ya andaba por los talleres de los artistas falleros hasta llegar a plantar en Especial en plazas como Convento Jerusalén y Na Jordana, hasta llegar a plantar la falla municipal. Todo ello, sin mencionar las grandes obras ejecutadas como el parque del Gulliver, la Gamba de Mariscal o la Dama Ibérica de Manolo Valdés (obra que terminó su hijo).
Manolo Martín, llegó a dedicarse al mundo de las fallas por casualidad. Aunque siempre le ha gustado ese mundillo, estudió Ingeniería Industrial y su pretensión en aquellos años era dedicarse a otras cosas; pero al finalizar sus estudios, el taller había crecido sin concepción empresarial, manteniendo la concepción artística. Así que, antes de empezar a buscar trabajo como ingeniero industrial, en su retorno al taller, logra involucrarse en el taller para centrarse en la parte más empresarial del taller.
Manolo desconocía esa parte de los talleres más enfocada a la gestión, más comercial e industrial, y crearon una Oficina Técnica. A partir de ahí, comienza a tomar parte del mando de la gerencia del taller.
Has pasado los veranos de tu infancia ayudando a su padre en el taller, ¿te planteaste alguna vez continuar con el negocio familiar?
Realmente, no me había planteado acabar dirigiendo el taller de mi padre porque no era lo que más me atraía. Encontré mi sitio en el taller al expandir el negocio, haciendo trabajos que iban más allá de las fallas.
Es cierto que mi padre ha dejado un legado a todo un mundo artesano, fallero o no fallero. Ha abierto una vía, un enlace que no existía entre el artista fallero y las otras disciplinas de las artes plásticas, siendo su época más prolífica la que va desde 1985 a 1988 porque fue cuando comenzó a desarrollar trabajos con gente de fuera de las fallas y la rotulación. Fue el punto culminante de su trayectoria y en el que yo me sentía más a gusto.
Actualmente, ¿qué tipo de trabajos se llevan a cabo en el taller de Manolo Martín?
Bueno, la verdad es que son temas muy variados por eso yo lo resumo siempre diciendo que hacemos trabajos relacionados con las Bellas Artes o con las Artes Aplicadas porque a partir de ahí cabe todo.
Tengo un equipo multidisciplinar desde cerrajeros, a pintores, pasando por trabajadores “todoterreno”.
Mi trabajo es dirigir a todo ese equipo de artistas de una manera organizada ya que siempre se ha dicho que el artista en un poco anárquico, en general. Esa es mi función: vender un proyecto, dirigirlo, crearlo a través de la elaboración de los planos técnicos, etc.
En cuanto a los trabajos realizados por el taller destacar los realizados para los parques temáticos como Terra Mítica y Warner Bross, en el que construimos las casas de dos áreas: Cartoon Village, con la realización de las casas de los personajes de dibujos animados (Buggs Bunny, la Abuela, el Pato Lucas, etc.); y la reproducción de los Estudios Warner. También decoramos el interior de los edificios de Superman y Batman, y construimos la fuente de Cartoon Village, los carros del oeste de la zona de Wild Wild West, un teatro chino y la tematización del área Comboy Truck.
Otra sección sería la escenografía para el teatro, sobre todo en Madrid, y algo menos para el cine y la televisión.
También en el tema de la publicidad, desde lonas impresas espectaculares hasta grandes réplicas de productos como una zapatilla para la marca Puma de siete metros hasta una copa de cava de cuatro metros de altura; trabajos muy similares a las fallas, de grandes dimensiones, pero dirigidos a otro público.
Montamos exposiciones, amueblamos lugares conocidos de Valencia como el Museo del IVAM, el Museo de la Beneficiencia u otros museos de la península.
«Un taller hay que defenderlo y no siempre puedes hacer lo que te gusta»
¿Esos proyectos se han ido alternando con las fallas?
Sí porque es inevitable, es un gusanillo que llevas por dentro y te lo pide el cuerpo. Cabe recordar que mi padre, a pesar de ser un prestigioso artista, estuvo doce años sin plantar una falla porque tuvo que defender su taller.
Lamentablemente, en un taller artístico el trabajo peor pagado es la falla. Hay excepciones, pero suele ser la tónica habitual.
Y yo este año, de momento, no hago fallas porque la verdad es que el sector está complicado. Si me dieran a elegir, yo plantaría cada año una falla de Primera A porque con una falla de esta categoría un taller no depende del presupuesto y puede dedicarse a otros proyectos.
¿Te gustaría plantar una falla en la Plaza del Ayuntamiento?
Sí, es uno de los sitios en los que más me gustaría. De hecho me presenté el año pasado con Antonio Felipe. Creo que se están buscando fallas cómodas, sin crítica, más blancas… así que no ganaríamos el concurso con nuestros proyectos.
Mi padre plantó cuatro veces seguidas: Fantasía en 1985, L’Estoreta Velleta en 1986, Proyecto para una falla en el 87, Lo tenemos todo debajo pero… en 1988. A mí particularmente, la que más me gustó fue la del 600.
¿Qué opinas de la contratación de las fallas por boceto?
Yo siempre lo he dicho, un buen boceto no tiene por qué ser una buena falla y viceversa. Aquí están haciendo el agosto los buenos dibujantes, pero luego hay una cosa que está clara… A nosotros nos sellan los contratos por parte de Junta Central Fallera y el Gremio de Artistas Falleros, y lo que aparece en la memoria es contractual; el artista puede ejecutar mal el proyecto, pero lo que aparezca en el contrato debe estar plantado y con ello los falleros pueden reclamar.
¿Tienes alguna «debilidad» ya sea artista fallero, ilustrador o artista en general?
Sí, a mí me encantan los ilustrados de comic en general desde Moebius hasta Gago, Sanchis… tenemos una tierra de artistas con mayúsculas. Es una pena que toda esa gente no se haya involucrado en el mundo de las fallas.
Pero bueno, yo admiro a los ilustradores y ese es el mundo que me apasiona, tanto es así que en mis fallas siempre se ve un punto de comic.
Ahora mismo, ¿con qué arista te identificarías?
Me gustan los artistas que sacan cosas diferentes. Considero que es importante colaborar con personas externas para poder absorber otros estilos y renovarte constantemente.
El mundo de la ilustración y el pop es una abstracción con color que funciona muy bien en grandes volúmenes. Representan un sinfín, y con estas fuentes no te repetirías nunca.
«Habría que quitarles hierro a los premios»
¿Cuándo podremos decir que las fallas han evolucionado?
Incluso te diría que hemos ido para atrás. Soy pesimista y si no cambia el concepto «premio» es muy difícil cualquier tipo de evolución.
El caché de los artistas lo marca el mercado, no un premio que concede un jurado. La falla es un arte, efímero pero es un arte, está bien que se den premios siempre y cuando no le quiten importancia a las fallas.
Estaría bien que el jurado procediera del mundo artístico ya que se está valorando una pieza de arte, sería un jurado de prestigio como ocurre con otros campos. Deberían estar presentes tres disciplinas en los jurados: escultura, pintura y arquitectura ya que estos profesionales son quienes entienden de modelado, acabado en la pintura, riesgo en la composición, etc.
¿Qué asignatura pendiente te ha quedado este año?
Pues… A mí me habría gustado hacer una falla de Primera A este año, pero ya sabemos que la competencia es brutal y los artistas que están en este sector son garantes de un buen premio porque tienen medios técnicos y personales para abordar estos proyectos. También es cierto que vienen desde abajo un grupo de gente joven y que vienen apostando fuerte, así que el mercado se complica aún más.
Finalmente, ¿cómo surge Caballo de Troya?
Es otra empresa independiente de este taller, nosotros somos socios y a ella pertenecen varios artistas porque la idea fue crear una sociedad para acometer grandes proyectos.
Los talleres de Manolo Martín, Guaita, Salvador Gimeno, Vicente Agulleiro, Pepe Mollá, Ramón Espinosa, Manolo Oliver y Pascual Calleja se unen con la idea de crear una sociedad para compartir una serie de costes y de sinergias para acometer grandes proyectos.
En 1994 hay una gran crisis, más grave que esta, que obliga a los puntas de lanza de ese proyecto a abandonar ese proyecto (Gimeno, Martín y Guaita). Entonces la sociedad empieza a ir un poco a la deriva, y con el tiempo, los que abandonaron decidieron volver logrando capitanear el barco por mayoría, y en esta segunda hornada entró también Manolo García.
Actualmente el taller de Manolo Martín y Caballo de Troya siguen cumpliendo su objetivo y continúan fabricando ilusión. En su trayectoria ha llegado a convertirse en un verdadero foro artístico que ha contado con la colaboración de importantes artistas de la vida cultural como Javier Mariscal, Martín Begué, Montesinos o Santiago Calatrava. Cada uno de ellos ha hecho su aportación y han alcanzado metas que van más allá de su logro individual.